jueves, 6 de enero de 2011

martes, 7 de diciembre de 2010

Correa, el ego y la "trampa de la inteligencia"


En la jornada del 30 de septiembre, para saber qué estaba pasando y por no estar satisfechos con la información parcializada de la cadena nacional, mucha gente recurrió a Twitter y Facebook. Estas redes sociales sirven como un termómetro del sentimiento de las masas.
Periodistas que cubrían el conflicto y simples espectadores compartieron información y opinión en iguales proporciones. Al final del día había una opinión que se repetía en varios mensajes: "Todo lo ocurrido hoy pudo evitarse. El ego de Correa costó vidas", escribió un twittero. "Parece que Correa tiene más grande el ego que su inteligencia y habilidad de negociar", puso otro. "El ego de Correa es muy alto y prefirió que muera gente antes de dar su brazo a torcer", y "Nunca debió ir al regimiento policial con esa actitud soberbia y ese ego inflado", se leyó en Facebook.
El paro policial que dejó al país en el caos fue una medida injustificable, no hay duda. Pero el Presidente llegó con una actitud extremadamente confrontadora al recinto policial, no a negociar, no a escuchar, sino a defender la Ley de Servicio Público con un tono beligerante.
¿Pero será realmente ego lo que le impide a Correa ser conciliador? El Dr. Edward De Bono, una autoridad mundial en la enseñanza del pensamiento como habilidad adquirida, dice que, con frecuencia, las personas que no transigen ni se replantean posiciones ni buscan consensos pueden haber caído en "la trampa de la inteligencia".
De Bono escribe que "un hombre extremadamente inteligente puede tomar una posición determinada sobre cualquier asunto, y construir argumentos correctos y racionales para defender su posición. Mientras mejor sea la defensa, menor será su necesidad de buscar alternativas o de escuchar otros puntos de vista". Como resultado, explica De Bono, muchas mentes brillantes quedan atrapadas y convencidas en posiciones intransigentes porque las pueden defender muy bien.
Hay un aspecto importante de la "trampa de la inteligencia", que es fácil confundir con el ego: una persona que ha crecido con la noción de que es más inteligente que los que lo rodean (probablemente con razón) quiere sacarle el mayor provecho a su mente. La forma más fácil de obtener una recompensa por ser inteligente es desafiar las ideas de otros y probar que están equivocados, lo cual, con la práctica resulta cada vez más fácil. Esta estrategia da resultado inmediato y establece una agradable superioridad. "Yo estoy bien, tú estás mal. Yo tengo razón, tú estás equivocado. Yo soy inteligente, tu eres estúpido y no entiendes".
Por eso, dice De Bono, ser crítico y destruir las posiciones contrarias es mucho más satisfactorio que ser constructivo. Llegar a acuerdos, piensan muchos (y sobre todo en política), los puede hacer parecer débiles y subordinados. A una persona inteligente y constructiva le puede tomar mucho más tiempo convencer a su audiencia, escuchar, negociar y conciliar puntos de vista.

Más allá de los argumentos que pueda tener el Presidente, seguramente muy buenos, para defender su posición, según la opinión masiva de los usuarios de redes sociales su actitud agresiva ante los policías inflamó los ánimos e hizo que la violencia estalle. Quizás pudo evitar un día terrible y pudo salvar vidas con más apertura al diálogo y menos hostilidad, es la percepción general.

 Por: Tristana Santos

jueves, 14 de octubre de 2010

LA AUTORIDAD ES PARA SABER MANEJAR EL PODER, NO EL PODER PARA ADQUIRIR AUTORIDAD

La autoridad reside en la persona del líder, el poder le viene del grupo.
Poder sin autoridad es tiranía, autoridad sin poder en impotencia. Líder
sin autoridad y sin capacidad de delegación no es líder. El líder posee
autoridad propia que se la concede primero lo que sabe (autoridad
epistemológica) y segundo su capacidad de imponer orden (sentido de
finalidad y de bien, autoridad deontológica) con base en el sentido de
justicia de su acción.


 
El poder se lo concede el grupo con la aceptación expresa o tácita de su
autoridad y mediante la capacidad del líder de delegar y de negociar.
El auténtico líder no es acomodaticio ni reaccionario, ve el poder como
medio no como un fin en sí mismo. No pelea por el poder mismo, lo aprecia
como medio necesario para el fin de su ideal de cambio, por ello cuando
termina su gestión sabe perder el poder sin depresión o sufrimiento. Usa la
autoridad (fuerza moral) y del poder (fuerza de coacción), no como fin, sólo
como apoyo a la autoridad y de ambas, como medio para llegar a la justicia
y la paz social.
 
Menos aun apetece el poder como lucro o lucimiento personal pues parte de
la convicción de que el poder está al servicio del bien común y no se sirve
del poder en su beneficio. Dicho de otra forma no tiene síndromes de
paranoia (obsesión de dominar y de figurar) como tantos políticos centrados
en su persona y no en la comunidad a la cual usan en lugar de servirla.

LA "OPERETA" DEL PRINCIPITO

Se aburría en su planeta pequeñito.
Era la única voz que dominaba y aunque al principio eso le causaba gracia, ahora le provocaba hastío. Tenía millones de súbditos y cortesanos que repetían con punto y coma sus proclamas, gestos y palabras. ¡Ay de aquel que actuara distinto o peor aún, se atreviera a discrepar!
Todo la guardia pretoriana  y el personal de servicio del Principito emprendía una cruzada hasta acallar cualquier voz disonante.
Sin embargo, el desgano se había instalado en el planetoide y eso era algo que el Principito no debía tolerar.
Venía ensayando de tiempo en tiempo, pequeños actos dramáticos que podrían juntarse para así  dar nueva vida a su desgastada imagen. Una Opereta, un evento dramático con el que atraería nuevamente el interés y atención del pueblo alrededor de su encantadora personalidad.
Una pequeña sublevación de un grupo de sus guardias le brindó en bandeja de plata la oportunidad de montar su obra.  Ellos reclamaban, desde hacía algún tiempo, aumento en el escuálido estipendio que les otorgaba su Majestad. Así que decidieron que no saldrían a trabajar hasta conseguir mejora
El Principito sin dudarlo siquiera,  se dirigió rapidamente en su corcél hasta el lugar de la sublevación.
Iba pensando :¿Quienes se creían los insubordinados? ¡Atentar de esa manera contra el prestigio de su Majestad...! Les pondría en su lugar y les demostraría sin remilgos quién es la autoridad.
Una vez frente a los rebeldes, les gritó:
¡Malagradecidos...! ¿Quién les dió acogida en el pequeño planeta? ¿Quién les compró armas para que pudieran salir  a trabajar? ¿Quién  les regalaría con  el paso del tiempo mucha más felicidad?
Pensó que para contribuir una dosis inicial de dramatismo a la Opereta, era necesario un toque de heroicidad
Se desligó violentamente de su capa y agitando el cetro les gritó : ¡Matenme si quieren! Aquí está mi pecho desnudo, clávenme sus lanzas ahora...!

Convencido de haberle dado a la Opereta un toque de espectacularidad, sintió que había ejecutado una verdadera demostración de Majestad y poderío (Cosa que lo complacía de manera peculiar).
Sin embargo la Opereta aún no vería el final.
En el siguiente acto el Principito pensó que sería conveniente combatir contra los sublevados y sometierlos por la fuerza. De esa manera además, nadie jamás volvería a dudar de su Potencia y Vastedad. De paso eso contribuiría con la grandiosidad de su epopeya.
Escenificó una batalla estrepitosa, llena de soldados armas, estallidos, enfrentamientos, herido y muertos.
Para eque la Opereta no tuviera incómodos signos de crueldad,  fingió haber sido secuestrado y ofendido por los insurgentes y hasta pidió ayuda a los monarcas de otros planetoides para que avalaran su actuar.
Al final, cual mártir, se presentó victorioso junto a los fieles seguidores y comensales que rodeaban el Castillo incitándolos a festejar y a cantar.
La obra fué todo un éxito, salíó mejor de lo esperado. Incluso las dosis extra de sangre le habían conferido un toquecillo infernal y un sino trágico que engrandecía el aire de conquista que se percibía en absolutamente todos los rincones del Palacio.
A la final, el Planetoide ya se había acostumbrado a vivir de Opereta en Opereta, según lo refirió en su momento de gloria, su mismísima Majestad.

TRAGICOMEDIA