jueves, 14 de octubre de 2010

LA "OPERETA" DEL PRINCIPITO

Se aburría en su planeta pequeñito.
Era la única voz que dominaba y aunque al principio eso le causaba gracia, ahora le provocaba hastío. Tenía millones de súbditos y cortesanos que repetían con punto y coma sus proclamas, gestos y palabras. ¡Ay de aquel que actuara distinto o peor aún, se atreviera a discrepar!
Todo la guardia pretoriana  y el personal de servicio del Principito emprendía una cruzada hasta acallar cualquier voz disonante.
Sin embargo, el desgano se había instalado en el planetoide y eso era algo que el Principito no debía tolerar.
Venía ensayando de tiempo en tiempo, pequeños actos dramáticos que podrían juntarse para así  dar nueva vida a su desgastada imagen. Una Opereta, un evento dramático con el que atraería nuevamente el interés y atención del pueblo alrededor de su encantadora personalidad.
Una pequeña sublevación de un grupo de sus guardias le brindó en bandeja de plata la oportunidad de montar su obra.  Ellos reclamaban, desde hacía algún tiempo, aumento en el escuálido estipendio que les otorgaba su Majestad. Así que decidieron que no saldrían a trabajar hasta conseguir mejora
El Principito sin dudarlo siquiera,  se dirigió rapidamente en su corcél hasta el lugar de la sublevación.
Iba pensando :¿Quienes se creían los insubordinados? ¡Atentar de esa manera contra el prestigio de su Majestad...! Les pondría en su lugar y les demostraría sin remilgos quién es la autoridad.
Una vez frente a los rebeldes, les gritó:
¡Malagradecidos...! ¿Quién les dió acogida en el pequeño planeta? ¿Quién les compró armas para que pudieran salir  a trabajar? ¿Quién  les regalaría con  el paso del tiempo mucha más felicidad?
Pensó que para contribuir una dosis inicial de dramatismo a la Opereta, era necesario un toque de heroicidad
Se desligó violentamente de su capa y agitando el cetro les gritó : ¡Matenme si quieren! Aquí está mi pecho desnudo, clávenme sus lanzas ahora...!

Convencido de haberle dado a la Opereta un toque de espectacularidad, sintió que había ejecutado una verdadera demostración de Majestad y poderío (Cosa que lo complacía de manera peculiar).
Sin embargo la Opereta aún no vería el final.
En el siguiente acto el Principito pensó que sería conveniente combatir contra los sublevados y sometierlos por la fuerza. De esa manera además, nadie jamás volvería a dudar de su Potencia y Vastedad. De paso eso contribuiría con la grandiosidad de su epopeya.
Escenificó una batalla estrepitosa, llena de soldados armas, estallidos, enfrentamientos, herido y muertos.
Para eque la Opereta no tuviera incómodos signos de crueldad,  fingió haber sido secuestrado y ofendido por los insurgentes y hasta pidió ayuda a los monarcas de otros planetoides para que avalaran su actuar.
Al final, cual mártir, se presentó victorioso junto a los fieles seguidores y comensales que rodeaban el Castillo incitándolos a festejar y a cantar.
La obra fué todo un éxito, salíó mejor de lo esperado. Incluso las dosis extra de sangre le habían conferido un toquecillo infernal y un sino trágico que engrandecía el aire de conquista que se percibía en absolutamente todos los rincones del Palacio.
A la final, el Planetoide ya se había acostumbrado a vivir de Opereta en Opereta, según lo refirió en su momento de gloria, su mismísima Majestad.